Visita a Oregon
- Prefacio
- Capítulo 1—Eres guardián de tu hermano
- Capítulo 2—La responsabilidad de los padres
- Capítulo 3—La fe en Dios
- Capítulo 4—Prepárate para encontrarte con tu Dios
- Capítulo 5—El privilegio y el deber de la iglesia
- Capítulo 6—Casas de culto
- Capítulo 7—Lecciones de las parábolas
- Capítulo 8—Deberes para con los hijos
- Capítulo 9—En nombre de nuestra denominación
- Capítulo 10—Los pobres
- Capítulo 11—Nuestro deber para con los pobres
- Capítulo 12—La religión en la familia
- Capítulo 13—El poder de Satanás
- Capítulo 14—El futuro
- Capítulo 15—Padres e hijos
- Capítulo 16—Peligros de la juventud
- Capítulo 17—Andad en la luz
- Capítulo 18—La oración de David
- Capítulo 19—La debida observancia del sábado
- Capítulo 20—Una carta de cumpleaños
- Capítulo 21—El engaño de las riquezas
- Capítulo 22—La contaminación moral
- Capítulo 23—Una mente equilibrada
- Capítulo 24—El orgullo y los pensamientos vanos
- Capítulo 25—La tolerancia entre los hermanos
-
- Capítulo 27—La guerra contra el yo
- Capítulo 28—La complacencia del apetito
- Capítulo 29—Peligro de los aplausos
- Capítulo 30—El trabajo por los que yerran
- Capítulo 31—El amor y el deber
-
- Capítulo 33—¿Negaremos a Cristo?
- Capítulo 34—Vivamos día a día
- Capítulo 35—Despreciadores de los reproches
- Capítulo 36—Los diezmos y ofrendas
- Capítulo 37—El estado del mundo
- Capítulo 38—El estado de la iglesia
- Capítulo 39—El amor del mundo
- Capítulo 40—La presunción
- Capítulo 41—El poder del apetito
- Capítulo 42—La unidad de la iglesia
- Capítulo 43—Avancemos
-
- Capítulo 45—La prueba
- Capítulo 46—El poder del amor
- Capítulo 47—La obediencia voluntaria
- Capítulo 48—La necesidad de la armonía
- Capítulo 49—El carácter sagrado de los mandamientos de Dios.
-
- Capítulo 51—Preparación para la venida de Cristo.
-
- Capítulo 53—Influencia de una juventud piadosa.
- Capítulo 54—Carácter sagrado de los votos.
- Capítulo 55—Los testamentos y legados.
- Capítulo 56—La relación de los miembros de la iglesia
- Capítulo 57—Casamientos antibíblicos
- Capítulo 58—El aprovechamiento de los talentos
- Capítulo 59—Los siervos de Dios
- Capítulo 60—Amonestaciones a los hombres muy atareados.
- Capítulo 61—La influencia de las compañías.
Search Results
- Results
- Related
- Featured
- Weighted Relevancy
- Content Sequence
- Relevancy
- Earliest First
- Latest First
- Exact Match First, Root Words Second
- Exact word match
- Root word match
- EGW Collections
- All collections
- Lifetime Works (1845-1917)
- Compilations (1918-present)
- Adventist Pioneer Library
- My Bible
- Dictionary
- Reference
- Short
- Long
- Paragraph
No results.
EGW Extras
Directory
Visita a Oregon
En compañía de una amiga y del pastor J. N. Loughborough, salí de San Francisco en la tarde del 10 de junio, en el vapor “Oregón.” El capitán Conner, que mandaba este magnífico vapor, era muy atento con sus pasajeros. Al pasar por la Puerta de Oro [la entrada al puerto de San Francisco] y llegar al anchuroso océano, el mar estaba muy agitado. El viento nos era contrario y el vapor era sacudido en forma terrible, puesto que el océano era azotado furiosamente por el viento. Yo miraba el cielo nublado y las olas que se lanzaban contra nosotros saltando y pareciendo tan altas como montañas, y la espuma que reflejaba los colores del arco iris. La escena era pavorosamente grandiosa y me sentía llena de reverencia al contemplar los misterios del mar profundo. Es terrible en su ira. Había una terrible belleza en el alzamiento de sus orgullosas ondas que subían rugiendo y luego caían en lúgubres sollozos. Podía ver la manifestación del poder de Dios en el movimiento de las inquietas aguas que gemían bajo la acción de los despiadados vientos, que levantaban las olas como si fuese en convulsiones de agonía.3TS 290.2
Durante aquel viaje de cuatro días, uno y otro de los pasajeros se aventuraban ocasionalmente a salir de sus camarotes, pálidos, débiles y tambaleantes, y se llegaban hasta el puente. La agonía estaba escrita en todo rostro. La vida misma no parecía deseable. Todos ansiábamos el descanso que no podíamos hallar, y anhelábamos ver algo que permaneciese quieto. La importancia personal no se tenía mucho en cuenta entonces. Podemos aprender de ello una lección respecto de la pequeñez del hombre.3TS 291.1
Nuestro viaje continuó muy agitado hasta que hubimos pasado el promontorio y penetrado en el río Columbia, que era tan plácido como un espejo. Se me ayudó a ir al puente. Era una hermosa mañana, y los pasajeros llegaron al puente como un enjambre de abejas. Al principio formaban una compañía de triste aspecto; pero el aire vigorizante y el alegre sol, después del viento y la tormenta, no tardaron en despertar alegría y placer.3TS 291.2
La última noche que pasamos a bordo me sentí muy agradecida a mi Padre celestial. Aprendí allí una lección que nunca olvidaré. Dios había hablado a mi corazón en la tormenta, y en las ondas, como también en la calma siguiente. Y, ¿no le adoraremos? ¿Opondrá el hombre su voluntad a la de Dios? ¿Seremos desobedientes a las órdenes de un gobernante tan poderoso? ¿Contenderemos con el Altísimo que es la fuente de todo poder y de cuyo corazón fluye amor infinito y bendición para las criaturas de su cuidado?3TS 292.1
El martes de noche, 18 de junio, asistí a una reunión donde había un buen número de observadores del sábado de aquel estado. Mi corazón fué enternecido por el Espíritu de Dios. Di mi testimonio por Jesús y expresé mi gratitud por el dulce privilegio que podemos tener de confiar en su amor, y de aferrarnos a su poder para que éste se una con nuestros esfuerzos por salvar a los pecadores de la perdición. Si queremos ver prosperar la obra de Dios, debemos tener a Cristo morando en nosotros; en fin, debemos obrar las obras de Cristo. Dondequiera que miremos, se ve blanquear la mies, pero los obreros son pocos. Sentí mi corazón lleno de la paz de Dios, y atraído por amor a estas amadas almas con las cuales estaba adorando por primera vez.3TS 292.2
El domingo 23 de junio, hablé en la iglesia metodista de Salem acerca de la temperancia. La asistencia era extraordinariamente buena, y tuve libertad para tratar éste mi tema favorito. Se me pidió que volviese a hablar en ese mismo lugar el domingo siguiente al congreso. Pero no pude hacerlo por la ronquera. El martes siguiente a la noche, volví, sin embargo, a hablar en esta iglesia. Recibí muchas invitaciones a hablar respecto de la temperancia en diversas ciudades y pueblos de Oregón, pero el estado de mi salud me impidió cumplir con estas peticiones. El hablar constantemente y el cambio de clima, me habían producido una ronquera pasajera, pero muy severa.3TS 292.3
Empezamos el congreso con sentimientos del más profundo interés. El Señor me dió fuerza y gracia mientras estaba delante de la gente. Mientras miraba al inteligente auditorio, mi corazón se quebrantaba delante de Dios. Este era el primer congreso realizado por nuestro pueblo en este estado. Trataba de hablar, pero mis palabras se entrecortaban por el llanto. Había sentido mucha ansiedad respecto de mi esposo, a causa de su mala salud. Mientras hablaba, se presentó vívidamente ante mis ojos una reunión celebrada en la iglesia de Battle Creek. Mi esposo estaba en el medio, y sobre y alrededor de él descansaba la suave luz del Señor. Su rostro ostentaba los indicios de la salud y él se sentía aparentemente muy feliz.3TS 293.1
Traté de presentar a los hermanos la gratitud que debemos sentir por la tierna compasión y el gran amor de Dios. Su bondad y gloria impresionaban mi mente de una manera notable. Quedé abrumada por un sentimiento de su misericordia sin parangón y de la obra que él estaba haciendo, no sólo en Oregón, en California y Míchigan, donde se hallaban nuestras instituciones importantes, sino también en los países extranjeros. Nunca puedo describir a otros el cuadro que impresionó vívidamente mi intelecto en esta ocasión. Por un momento la extensión de la obra surgió delante de mí, y perdí de vista cuanto me rodeaba. La ocasión y la gente a la cual me dirigía quedaron olvidadas. La luz, la preciosa luz del cielo, resplandecía con gran brillo sobre esas instituciones empeñadas en la solemne y elevada obra de reflejar los rayos de luz que el cielo ha dejado brillar sobre ellas.3TS 293.2
Durante todo este congreso, el Señor me pareció estar muy cerca. Cuando terminó, estaba muy cansada, pero libre en el Señor. Fueron momentos de labor provechosa y fortalecieron la iglesia para proseguir en su lucha por la verdad. Precisamente antes de comenzar el congreso, durante la noche me fueron presentadas muchas cosas en visión; pero me fué ordenado guardar silencio y no mencionar el asunto a nadie en esa ocasión. Después de terminada la reunión, tuve, también de noche, otra notable manifestación del poder de Dios.3TS 293.3
El domingo que siguió al congreso, hablé por la tarde en la plaza pública. El amor de Dios estaba en mi corazón, y me espacié en la sencillez de la religión evangélica. Mi propio corazón estaba enternecido, y rebosaba del amor de Jesús, y anhelaba presentarlo de manera que todos pudiesen quedar encantados por la hermosura de su carácter.3TS 294.1
Durante mi estada en Oregón visité la cárcel de Salem, en compañía de los Hnos. Carter y de la Hna. Jordán. Cuando llegó la hora del servicio, fuimos conducidos a la capilla, que había sido alegrada por abundancia de luz y aire puro y fresco. A una señal de la campana, dos hombres abrieron las grandes puertas de hierro y acudieron los presos. Las puertas fueron cerradas y aseguradas detrás de ellos, y por primera vez en mi vida me vi encerrada entre las paredes de una cárcel.3TS 294.2
Había esperado ver un número de hombres de aspecto repugnante, pero quedé sorprendida porque muchos de ellos parecían inteligentes y algunos, hombres capaces. Vestían el basto pero aseado uniforme de la cárcel, sus cabellos estaban bien peinados y su calzado había sido cepillado. Mientras miraba las diversas fisonomías que estaban delante de mí, pensaba: “A cada uno de estos hombres han sido confiados dones peculiares o talentos, para ser empleados para gloria de Dios y beneficio del mundo; pero ellos han despreciado estos dones del cielo, han abusado de ellos y les han dado mala aplicación.” Al mirar jóvenes de dieciocho, veinte y treinta años de edad, pensaba en las desdichadas madres y en el pesar y remordimiento que era su amarga suerte. El corazón de muchas de estas madres había sido quebrantado por la conducta impía seguida por sus hijos; pero. ¿habían hecho ellas su deber para con estos hijos? ¿No habrían sido demasiado indulgentes dejándoles seguir su propia voluntad y camino y descuidando de enseñarles los estatutos de Dios y su derecho sobre ellos?3TS 294.3
Cuando todo el grupo estuvo congregado, el Hno. Carter leyó un himno. Todos tenían himnarios y participaron cordialmente en el canto. Uno de ellos que era un músico experto, tocaba el armonio. Luego empecé la reunión con oración, y todos volvieron a participar en el canto. Hablé basándome en las palabras de Juan: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoce a él. Muy amados, ahora somos hijos de Dios, y aun no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él apareciere, seremos semejantes a él, porque le veremos como él es.”3TS 295.1
Ensalcé delante de ellos el infinito sacrificio hecho por el Padre al dar a su Hijo amado por los hombres caídos, a fin de que por la obediencia fuesen transformados y llegasen a ser reconocidos hijos de Dios. La iglesia y el mundo son llamados a contemplar y admirar un amor que así expresado supera la comprensión humana, y asombra hasta a los ángeles del cielo. Este amor es tan profundo, tan amplio y tan elevado, que el apóstol inspirado, no pudiendo hallar palabras con que describirlo, invita a la iglesia y al mundo a contemplarlo, a hacerlo un tema de meditación y admiración.3TS 295.2
Nuestro viaje de regreso de Oregón fué también agitado; pero no estuve tan enferma como en el viaje de ida. Nuestro vapor, el “Idaho,” no cabeceaba, pero había mucho balanceo lateral. Eramos tratados con mucha bondad en el vapor. Trabamos relaciones agradables y distribuimos nuestras publicaciones a diferentes personas, lo cual nos dió ocasión para entablar provechosas conversaciones. Cuando llegamos a Oakland, encontramos que la tienda había sido levantada allí, y que buen número de personas habían aceptado la verdad por los trabajos del Hno. Healey. Hablamos varias veces en la tienda. El sábado y el primer día, las iglesias de San Francisco y de Oakland se reunieron, y tuvimos reuniones interesantes y provechosas.3TS 295.3
Tenía mucho deseo de asistir al congreso de California, pero tenía urgentes llamados a asistir a los congresos de la parte este de los Estados Unidos. Como me había sido presentado el estado de cosas en el este, sabía que tenía que dar un testimonio especialmente a nuestros hermanos de Nueva Inglaterra, y no me sentía libre para permanecer más tiempo en California.3TS 296.1